Los
asnos catalanes; individuos de temperamento
sanguíneo, vitales y nobles, de porte
orgulloso y cabeza elevada, orejas erectas
y mirada expresiva, han contribuido, a lo
largo de los siglos, a la formación
y mejora de otras muchas razas. Las mulas
catalanas, obtenidas del cruce entre un garañón
y una yegua, llegaron a ser tan afamadas,
que hasta los obispos tenían que entrar
en sus diócesis a lomos de una mula
como cabalgadura.
La
crisis económica del sector equino
de los años 50, la mecanización
del campo y el éxodo rural hacia las
ciudades de los años 60, fueron los factores determinantes
de la gran involución que sufrió
la raza, y la especie en general. Aunque distribuida
mayoritariamente por Catalunya, encontramos
efectivos de la raza (un 10% del censo actual)
en otras zonas geográficas de España y Francia,
pero todavía, y muy a nuestro pesar,
se encuentra catalogada como raza doméstica
en inminente peligro de extinción.
La
importancia socio-económica de los
asnos catalanes ha variado mucho, con relación
a la que tenía hasta bien entrada la
segunda mitad del siglo XX –trabajo
y producción mulatera principalmente-.
Estas no son, actualmente, actividades demasiado
importantes para la raza, que garanticen el
interés de su cría y tenencia
por parte de los posibles propietarios. La
orientación hacia actividades de tipo
lúdico, actividades de turismo rural
y excursionista –agroturismo-, como
elemento limpiador de sotobosque para la prevención
de incendios forestales, como elemento pedagógico
y de reinserción social en ciertos
centros, o únicamente como animal de
compañía y juegos, en masías,
caseríos o casas de campo, pueden ser,
y están siendo, unas orientaciones
perfectamente asumibles y realizables en un
futuro no lejano, que ayudarían
a preservar, físicamente y del olvido,
esta raza autóctona de nuestro país.
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