Hasta
la importante crisis equina, y asnal en particular,
de la segunda mitad del s.XX, la principal
orientación productiva de los asnos
catalanes fue hacia la producción de
trabajo –carga y tiro-, y la recría
de garañones para la producción
mulatera. Su orientación hacia la producción
cárnica nunca ha tenido en Catalunya,
y en la actualidad tampoco, un mínimo
interés.
Para
las distintas actividades a las que habían
de dedicarse en su madurez, los garañones
y burras necesitaban, lógicamente,
un período de aprendizaje o doma. Según
Romagosa (1959), ésta comenzaba cuando
los pollinos tenían la edad aproximada
de un mes, y consistía en colocarles,
dos o tres días a la semana, un cabezal
de tela, asirlos, y enseñarles a ser
conducidos desde su más tierna edad.
Muchos problemas de terquedad, y posible resabio
en garañones eran, y son, debidos a
la falta de enseñanza en sus primeras
semanas. Entre el mes y dos meses, el pollino
empezaba a comer el grano del pesebre de su
madre, para luego pasar a hacerlo de forma
individual en un cajón adjunto, normalmente
a partes iguales de salvado, avena y cebada.
A los dos meses se le colocaba una cuerda
atada al cabezal, dejándole una o dos
horas atado a una estaca. Durante ese período
se le iba adiestrando a levantar las extremidades
anteriores y traseras, de gran importancia
para el posterior herrado del animal y futuras
actividades de manejo. A partir de los tres
meses, y con una periodicidad mensual, se
le empezaban a retocar los laterales de los
cascos, para evitar posibles malas conformaciones
de aplomos. A esta edad, se les introducía
el heno de alfalfa de buena calidad que les
apeteciera, llegando a los seis o siete meses
a realizar el destete sin apenas problemas.
Y
se llegaba a la época crítica
para transformar el pollino en un excelente
garañón. Este período
abarcaba desde el destete hasta los dos años
y medio a tres. Se hacían imprescindibles
instalaciones cubiertas y con puertas, para
encerrarlos durante la noche, pero con un
amplísimo espacio para corretear durante
el día. Una o dos veces a la semana,
y durante medio día, se les colocaban
los cabezales y se ataban a una anilla para
manosearlos por todo el tronco, cabeza y extremidades,
levantándoselas con delicadeza y hablándoles
en tono afectivo. Los castigos, a efectos
de no crear individuos resabiados, deberían
estar prohibidos. El ideal del recriador es
granjearse su confianza alternando con los
pollinos, ya que la idiosincrasia del asno
es especialísima. A los dos años
se les hierra de las manos, y hacia los dos
años y medio a tres, los cascos traseros.
Asimismo, emplear paulatina y periódicamente
la bruza y almohaza, para irles acostumbrando,
y por razones, lógicas, de tipo higiénico.
El pelaje liso y brillante es el típico
del garañón catalán.
Es
imprescindible, en la recría del garañón,
el que esté totalmente suelto, y evitar
asimismo los excesos de sobrepeso. Hay un
dicho popular catalán que dice: “el
enemigo de un buen garañón es
la cuerda”. Para el fortalecimiento
de sus extremidades, en especial las delanteras,
tienen que trotar y evitar tener que aguantar
exagerados pesos para su corta edad. La libertad
de movimientos y la gimnasia funcional preverán
posibles disfunciones óseas o de aplomos
en el futuro, aportándoles nobleza,
mansedumbre y docilidad, y evitarán
que se vuelvan ariscos, indómitos y
resabiados. El asno no es malo, y responde
siempre a un buen trato.
Estas
consideraciones de manejo, expuestas por Romagosa
a mediados del s.XX, son perfectamente aplicables
a la cría actual, y de forma más
o menos generalizada se vienen siguiendo por
parte de todos los asociados a la AFRAC, y
si cabe, con mayor dedicación. Las
nuevas orientaciones y motivos de tenencia
de los asnos, por parte de los nuevos propietarios,
hacen que los caracteres de comportamiento,
y una buena enseñanza y adiestramiento
de los individuos, -animales nobles y dóciles,
pero manteniendo el temperamento sanguíneo
característico- ocupen un lugar preferente,
ya que el contacto de estos animales con las
personas (agroturismo, actividades lúdicas,
compañía, etc.), y especialmente
con los jóvenes, es cada vez mayor.
El
sistema de explotación actual, de los
asnos catalanes, es muy variado, aunque por
norma general predomina el sistema semiextensivo.
Los animales pastan en libertad y reciben
ayuda suplementaria a base de cereales, piensos
compuestos o pacas de heno. Debemos tener
en cuenta que las fincas en Catalunya suelen
ser pequeñas, y por tanto, un número
elevado de animales agotaría los recursos
forestales en un breve espacio de tiempo.
Las
fincas ideales son aquéllas que presentan
prados con hierba abundante y diversa, así
como, zonas forestales, principalmente encinares
o robledales, pues los asnos aprovechan las
bellotas y las hojas como alimento. En las
zonas umbrías se refugian de los insectos,
y aprovechan para rascarse y entresacarse
el pelo largo del invierno. En los prados
buscan zonas arenosas para revolcarse y bañarse
en la arena, mientras juegan y se alivian
de los picores de la piel o de los insectos.
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