La
dispersión geográfica de los
animales de esta raza ha ido variando a lo
largo de todo el s.XX dependiendo, lógicamente,
de la involución censal. Diversos autores
(Rossell, 1921; Salvans, 1947; Romagosa, 1959)
describen diferentes zonas garañoneras
en las provincias de Barcelona, Girona y Lleida,
que lógicamente no se corresponden,
en su totalidad, con la distribución
actual de la raza (Jordana y Folch, 1996).
No
obstante, describiremos la zona en la que
históricamente ha sido mayoritaria
la crianza de garañones, y en la que
se ha ido modelando la raza a través
de los tiempos. Esta corresponde, preferentemente,
a la franja de terrenos terciarios (oligocénicos
y eocénicos) de la región, complementada
con otros de origen cuaternario, alrededor
de las cuencas fluviales de los ríos
Segre, Ter y Cardener (Aparicio, 1960; Torres
y col., 1983). Se corresponde, principalmente,
a comarcas y subcomarcas Pirenaicas y pre-Pirenaicas,
en áreas condicionadas a una altitud
que oscila entre los 400 y 800 metros, con
una humedad promedio del 75%, temperaturas
moderadas y pluviometría abundante,
concentrada en primavera y otoño (Torres
y col., 1983). Estas áreas pertenecen
a las comarcas del Alt Empordà, Garrotxa,
Pla de l’Estany, Cerdanya, Ripollès,
Osona, Berguedà, Alt Urgell, Pallars
Sobirà y Jussà, Segarra y Solsonès.
A
efectos de describir, brevemente, el medio
natural de la zona, y únicamente en
aquéllas donde se asienta el garañón
catalán, dividiremos a ésta
en dos grandes áreas: Pirineo y Pre-Pirineo
catalán y las Depresiones Centrales
(Plana de Vic y Planas de Lleida y Urgell):
A).
El Pirineo catalán: es la
unidad de relieve más importante de
Catalunya. Se extiende a lo largo de 220 km.,
con una anchura que oscila entre los 10 y
los 150 km. Ocupa una superficie aproximada
de 12000 km2, casi un tercio del territorio
catalán, e incluye, a grandes rasgos,
tres grandes unidades de relieve, cada una
de las cuales tiene formas de asentamiento
y de explotación distintas, como consecuencia
de la diversidad de elementos estructurales,
litológicos y climáticos que
las caracterizan (Roigé y col., 1995;
Avellanet, 2002):
A.1.
El Pirineo axial: constituye el eje
y núcleo de la cordillera, y dónde
se registran las mayores elevaciones. Con
una alineación este-oeste, se compone
mayoritariamente de materiales graníticos
y esquistos que han sufrido una intensa erosión,
dando como resultado valles glaciares rodeados
de fuertes pendientes. La climatología
es muy diversa; desde clima Atlántico
(Valle de Arán), pasando por Alpino
y Subalpino (a partir de 1500 m), hasta Mediterráneo
de alta montaña (la mayor parte de
las comarcas del Pirineo Catalán).
Este último puede considerarse como
una degradación del clima subalpino,
con menores precipitaciones y nieve, y con
una fuerte amplitud térmica. La montaña
se caracteriza por una zonificación
vertical del paisaje, dónde es posible
encontrar en un mismo valle variaciones ecológicas
considerables en función de la altura
o la orientación, mostrando una gran
diversidad ecológica. La vegetación,
en la montaña media (por debajo de
1500 m), es típicamente eurosiberiana,
con presencia de árboles caducifolios,
y dos zonas claramente diferenciadas, la de
bosques secos y la de bosques húmedos.
A.2.
El Prepirineo: las sierras que lo
conforman se componen mayoritariamente de
materiales calcáreos, con plegamientos
atravesados por estrechos desfiladeros abiertos
por los ríos. Alcanza una altitud mucho
menor, no sobrepasando, salvo en pocos casos,
los 2500 m. Su relieve ha sido determinado
por la acción de los ríos, los
cuales siguen un curso norte-sur, perpendicular
al eje de plegamiento de la cadena. Las aguas,
pues, cortaron transversalmente las montañas
prepirenaicas, abriendo una serie de pequeñas
cuencas, separadas unas de otras por tramos
de estrechos desfiladeros; ello incide especialmente
en las comunicaciones, dificultando los desplazamientos
transversales. El clima es Mediterráneo
de montaña media y baja, caracterizándose
por un verano marcadamente seco, pese a que
la altitud determina un incremento de precipitaciones
con respecto a las llanuras vecinas.
A.3.
Las Depresiones intermedias: se sitúan
entre las sierras prepirenaicas, siguiendo
normalmente el curso de los ríos (Segre,
Noguera Pallaresa, Llobregat, Cardener, Ter,
Fluvià, etc.), y donde se localizan
los mayores asentamientos humanos y ganaderos.
El clima es Mediterráneo de montaña
baja, para diferenciarlo del clima Mediterráneo
propiamente dicho, que abarcaría toda
la costa catalana, con inviernos más
suaves y veranos más bochornosos por
la humedad, pero sin llegar a tener temperaturas
demasiado extremas debido a las brisas marinas.
B).
Las Depresiones centrales: corresponden
a dos importantísimas zonas garañoneras
catalanas. La Plana de Vic -cuenca de erosión
excavada por el río Ter en la comarca
de Osona, Barcelona- y las Planas de Lleida
y del Urgell –extensas planicies sedimentarias,
donde sólo destacan pequeñas
colinas, comprenden parte de las comarcas
del Urgell, Les Garrigues, Segrià y
Noguera-, que en el pasado dieron lugar a
las dos grandes variedades de la raza: el
Garañón de Vic y el Garañón
de Urgell. La climatología en ambas
zonas, aunque algo alejadas geográficamente,
es bastante parecida. El clima lo podríamos
definir como Mediterráneo de tendencia
Continental. Los inviernos son muy fríos
y duros y en verano hace muchísima
calor (sobretodo en la Plana de Lleida), debido
a que el mar está lejos y no suaviza
tanto las temperaturas como en la costa. Las
lluvias son también más escasas;
la Plana de Lleida es el lugar de Catalunya
donde menos llueve, llegando apenas a los
400 mm anuales. Otra característica
común de las dos zonas es la niebla,
persistente y espesa, siendo casi una constante
desde noviembre a marzo.
En
la Plana de Vic el paisaje predominante es
el robledal seco de roble pubescente “roure
martinenc” (Quercus humilis)
con boj (Buxus sempervirens), aunque
también son características
comunidades secundarias como el carrascal
de monte bajo (Quercetum cocciferae)
y malezas calcícolas, así como
pinares secundarios de pino rojo (Pinus
sylvestris L.) y pino blanco o mediterráneo
(Pinus halepensis), y los encinares
montañosos (Quercus ilex).
Las Planas de Lleida y del Urgell, antiguamente
de carácter estepario, aún conservan
algunos de sus rasgos más característicos,
como la coscoja (Quercus coccifera)
los espinos y majuelos (Crataegus monogyna
Jacq.), cardos (Cirsium vulgare)
y tomillo macho (Coris monspeliensis L.).
En Catalunya, la gran mayoría de los
secanos estépicos, compuestos de hierbas
graminoides como la Stipa juncea y la Stipa
offneri, se localizan en la Plana de Lleida,
donde aún quedan unas 50000 ha de interés
para la flora y fauna estépica. Otras
especies son el álamo o chopo blanco
(Populus alba L.), el chopo negro
“pollancre” (Populus
nigra L.), los sauces (Salix alba)
y los fresnos (Fraxinus excelsior),
aunque con cierta tendencia a desaparecer.
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