Los
diferentes períodos prohibitivos que
se sucedieron en España en la producción
asnal, y sobretodo mular, supusieron un importante
freno a su expansión y desarrollo.
Consecuencia de ello pudo ser el gran auge
que tomaron las exportaciones de garañones
hacia otros países. Durante el s.XIX
y principios del XX (con el paréntesis
del período 1918-1922, en el cual la
exportación estuvo prohibida) una gran
cantidad de animales salieron de Catalunya
con diferentes destinos, principalmente América
y Europa. A finales del XIX el ritmo de exportación
hacia Norteamérica era de aproximadamente
unos 50 garañones y 15 burras anuales,
siendo el año 1892 el de mayor impacto,
con 280 ejemplares exportados (Romagosa, 1959).
El comercio con los Estados Unidos empezó
a disminuir cuando dicho país empezó
a obtener sus primeros productos y declinó
totalmente con motivo de la guerra hispano-americana
en Cuba (1898). No obstante, años más
tarde, se retomaron las exportaciones, aunque
en un volumen menor, de unos cinco garañones
como promedio por año. A principios
del s.XX se inician las exportaciones hacia
Europa, principalmente Italia, cuando en el
año 1907 el profesor Tucci, director
del Instituto Zootécnico de Palermo,
adquiere seis garañones catalanes destinados
a mejorar las razas Pantelleria y Martina-Franca.
Anteriormente ya se habían enviado
ejemplares, pero no existe referencia escrita.
Como la demanda era muy superior a la oferta,
los precios se elevaron muchísimo,
y los criadores vendían tantos ejemplares
como podían, sin guardar apenas garañones
que aseguraran nuevos y buenos productos.
Como resultado, en esa época se llegó
casi a la extinción de la raza.
En
el IX Congreso Agrícola, celebrado
en la ciudad de Vic en junio de 1908, diferentes
ponentes coinciden en señalar que respecto
al garañón catalán “es
necesario hacer algo concreto”.
El ponente, José Zulueta Gomis, debate
la necesidad de que: “...para la
incalculable riqueza de nuestro garañón
catalán no se haya estructurado ninguna
ordenación ni fomento por organismos
idóneos, lo que se traduce en vender
los ejemplares más sobresalientes a
los mejores postores. Lo mejor nos lo compran
los americanos, ni me opongo a ello, pero
si creo que deberíamos tomar muy de
veras, la necesidad de que se estructure un
plan de salvaguarda del garañón.
La sangre de los mejores ejemplares debería
quedarse en la Plana de Vich, y los retoños
–que también serían excelentes-,
serían los que se venderían...”.
No es hasta el año 1919 en que se inicia
un ambicioso plan de mejora ganadera en Catalunya,
por parte de la Mancomunitat de Catalunya
(entidad política catalana constituida
el 6 de abril de 1914 por la unión
de las cuatro diputaciones provinciales catalanas,
y disuelta el año 1925 por la dictadura
del general Primo de Rivera). Aunque dicho
plan de mejora afectaba a todas las especies
domésticas, el garañón
catalán gozó de una ayuda y
ordenación que, de haberse continuado,
bien pudiera haber sido el fundamento de una
perfecta selección. Debido a la brevedad
de la actuación de dicho plan (1919-1922)
la mayoría de objetivos quedaron sin
desarrollar; sin embargo, se desarrolló
una detallada estadística ganadera,
se crearon los Servicios de Agricultura y
Ganadería, se estructuró la
ordenación y reglamentación
de los Concursos de garañones y burras
(Vic, 5 de abril de 1920; Mollerussa, 25 de
septiembre de 1921 y Vic, 13 de noviembre
de 1921), y se organizaron las compras de
garañones sobresalientes para destinarlos
a paradas públicas. El impulsor y alma
de estos concursos fue el veterinario Pere
Màrtir Rosell i Vilà (1883-1933).
En
el año 1929, la Asociación General
de Ganaderos del Reino, crea en la ciudad
de Vic una subcomisión que llamó
“Subcomisión de Libros del
Garañón de Vich”.
El bosquejo de Libro Genealógico que
se abrió permitió inscribir
un total de 168 ejemplares (96 garañones
y 72 burras) durante el período de
su funcionamiento (1929 a 1932). Además
de las referencias al criador, nombre del
animal, fecha de nacimiento, ascendencia paterna
y materna, etc., estas 168 inscripciones representan
los primeros datos científicos acerca
de la biometría del asno catalán.
La Guerra Civil Española (1936-1939)
volvió a llevar a la raza asnal catalana
hasta su práctica desaparición.
La casi totalidad de animales fueron sacrificados
en mataderos, al no poder ser atendidos por
los paradistas, tanto por falta de personal
como de alimentos.
Recién
terminada la guerra, y durante los meses de
julio y agosto de 1939, la “Asociación
de Recriadores de Vich”, conjuntamente
con el Servicio de Ganadería de la
Diputación de Barcelona, celebran varias
reuniones con la finalidad de estudiar los
animales supervivientes, y así poder
volver a reanudar la labor de producción
de pollinos de alta calidad. Se reabrió
el Libro Genealógico con tan solo 12
individuos, los únicos ejemplares,
mínimamente aceptables, que se encontraron:
6 garañones (Beulaigua, Puntual, Marqués-22,
Nerón-40 y Platero), y 6 burras (Ermitana,
Vidranesa, Negra, Llisa, Pulida y Morisca).
La
década 1940-1950 representó
una época de esplendor en la cabaña
equina en general y la asnal en particular,
revalorizándose de manera muy importante
el ganado equino, posiblemente debido a la
situación de post-guerra que produjo
un retorno a los sistemas más tradicionales
de producción agrícola. La raza
asnal Catalana, con una población floreciente,
nunca ha estado tan mejorada como en ese período.
Según cuenta Romagosa (1959) “...no
era raro ver un camión con una o dos
burras garañorenas que las llevaban
a muchos kilómetros para que las cubriera
un determinado garañón de excelente
genealogía y estampa. Hoy, desgraciadamente,
ya no se ve este transporte...”.
En Banyoles, en el año 1932, se había
creado la parada de garañones de “Can
Boada”, en la que, durante la década
de los años 40, llegaron a estar en
servicio hasta un total de 15 garañones,
que se destinaron a la producción de
híbridos, a la de asnos catalanes,
y a la mejora de otras razas que llegaban
a la comarca. Dos de los garañones
más sobresalientes fueron Galán
y Noble, que se vendieron en los años
1951 y 1952 por 150.000 y 80.000 pesetas,
respectivamente. La parada estuvo activa hasta
el año 1978, en que fue cedida a la
asociación de la raza. La Diputación
Provincial de Barcelona abrió, en el
año 1943, la parada de Montmajor (comarca
del Berguedà), en la que durante el
período 1943-1956 se cubrieron un total
de 769 burras; y en el año 1944 la
parada de Alpens (comarca de Osona), y en
la cual, durante el mismo período,
se cubrieron 218 burras. Durante ese período
se llegaron a pagar por los pollinos la cantidad
de 50.000 pesetas de la época. En el
año 1953, en ambas paradas únicamente
se cubrieron 69 burras, iniciándose
un alarmante y progresivo descenso, coincidente
con la crisis de precios del sector equino
del mismo año, que ya no tendría
recuperación alguna en los decenios
posteriores. La sociedad catalana, y la española
en general, se empezaba a mecanizar.
El
restablecimiento de las relaciones bilaterales
con Estados Unidos (1951) y la integración
de España en organizaciones internacionales
(UNESCO, ONU), que se produjeron durante ese
período, supuso el punto de inflexión
para la apertura de España –política
y económicamente- al exterior. La incipiente
mecanización del campo empezó
a sustituir las yuntas de bueyes y mulas por
tractores; la progresiva desaparición
de la tracción hipomóvil de
la industria, los servicios y el transporte,
repercutió asimismo, de forma importante,
en el censo equino; la importarte, aunque
variable según regiones y comarcas,
supresión de unidades de caballería
del ejército; y por último,
el progresivo y creciente éxodo rural
hacia las ciudades y zonas industriales, contribuyeron
a propiciar el declive de la ganadería
equina. Sin embargo, son las décadas
de los años 60 y 70, cuando se produce
el gran descenso de los équidos por
las razones antes comentadas. El censo de
asnos, a nivel estatal, del año 1980,
sufre un descenso del 73% respecto al que
existía en el año 1960; el de
caballos se ve reducido en un 52% durante
el mismo período; y de forma dramática
las mulas ven disminuido su censo en un 83%
durante esos años (Jordana y Folch,
1996).
A
mediados de los años 70, la raza asnal
Catalana volvía a encontrarse en inminente
peligro de extinción. Aunque su situación
no era tan dramática como después
de la Guerra Civil, su censo había
disminuido hasta límites alarmantes.
Sin embargo, en el año 1975, un ganadero
de Berga, de nombre Joan Gassó, de
viaje por el Pirineo de Lleida, tomó
conciencia de la grave situación por
la que atravesaba la raza, proponiéndose
su recuperación y preservación.
Por eso, durante esos años, de aquí
para allá del Pirineo, y otros lugares
de Catalunya, se dedicó a la búsqueda
de los pocos y desperdigados ejemplares que
quedaban. Consiguió reunir un total
de 32 burras y un garañón, de
nombre Campanero, del depósito militar
de Hospitalet (Barcelona), iniciando con ellos
su labor. Hoy día, en su finca Fuïves,
en el término municipal de Olván
(comarca del Berguedà), mantiene el
principal núcleo de la raza, un centenar
de individuos que representan aproximadamente
el 30% de la misma. La Generalitat de Catalunya
le otorgó en 1998 el título
de Granja Zootécnica y le concedió
el Premio “Medi Ambient”
de ese año, por la defensa y conservación
del Garañón Catalán.
Otra
fecha importante para el devenir de la raza
fue el año 1978. Al finalizar una feria
de ganado equino, celebrada en la ciudad de
Banyoles (Girona), en la que hubo un concurso
especial para atraer los posibles garañones
catalanes que quedaran por la comarca, los
veterinarios Sres. Pere Comas y Esteve Bosch,
fundaron la “Associació del
Foment de la Raça Asinina Catalana”
(AFRAC), con el objetivo de protegerla, fomentarla
y mejorarla. Desde ese año, y de forma
ininterrumpida hasta la actualidad, se empezó
a llevar un Libro Registro de los ejemplares
de la raza, que ha sido básico para
la realización de toda una serie de
estudios posteriores sobre la misma (Folch,
1998). El Libro se abrió, únicamente,
con 10 ejemplares: 8 burras (Airosa de Serrallonga,
Bonica de Tramuntana, Bufina del Massot, Eleganta
de Banyoles, Fina del Massot, Formiga, Tiana
de Ser y Xica) y 2 garañones (Elegant
de Banyoles y Llum de l’Estany). Actualmente,
la AFRAC, es la entidad colaboradora que se
encarga de la gestión del Libro Genealógico
de la raza, el cual se creó y reglamentó
en el año 2002 (Orden ARP/78/2002,
de 14 de marzo; DOGC núm. 3601, de
22 de marzo. Resolución ARP/680/2002,
de 26 de marzo; DOGC núm. 3608, de
4 de abril). (DOGC: Diario Oficial de la Generalitat
de Catalunya).
En
el año 1980, el Ministerio de Agricultura,
Pesca y Alimentación la catalogó,
junto con la Andaluza y la Zamorana-Leonesa,
como “raza de protección especial”
(Orden de 31 de enero de 1980). En el año
1995, fue reconocida como “raza de ganado
en peligro de extinción”, conjuntamente
con las dos anteriores, y añadiéndose
a este Real Decreto (51/1995 de 20 de enero)
las razas Mallorquina y Asno de las Encartaciones,
de Euskadi (BOE núm. 33, de 8 de febrero
de 1995). Y ya por último, vuelve a
ser reconocida como “raza en peligro
de extinción” en el año
1997 (BOE núm. 279, de 21 de noviembre),
a las que se añade, en esta ocasión,
el asno canario o Majorero.
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