En
cuanto a referencias escritas, el asno Catalán
se conoce desde la antigüedad. Algunas
citas en textos romanos, de Varrón
y Plinio el Viejo, ya presuponen su existencia
y comercialización. Durante la época
romana la tribu que habitaba la “Plana
de Vic” (comarca de Osona, Barcelona),
importante zona de cría de asno Catalán,
era conocida con el nombre de Ausetana. Todavía
hoy, en algunas naciones, como por ejemplo
Argentina, al asno Catalán se le conoce
como Raza Ausetana. No debemos olvidar el
gran interés que los romanos tuvieron
para la hibridación del asno con la
yegua. Sin embargo, únicamente se habla
de asnos, y el topónimo “catalana”,
no aparece en documento escrito hasta el año
938. Concretamente en un pergamino de los
Archivos de la Corona de Aragón, fechado
el 26 de julio, donde se describe la venta
que realiza un matrimonio a la abadesa del
monasterio de San Joan de les Abadesses (cercano
a Ripoll) de una heredad o alodio situado
en el pueblo de Castellar de N’Hug,
por el precio de diez yeguas de vientre y
una mula catalana de gran alzada. Asimismo,
y en los mismos Archivos, se cita con fecha
18 de octubre del año 955, la concesión
que hace el Conde de Besalú (Conde
Oliva) a los habitantes del pueblo de Tragurà,
para que en su término no pueda introducirse
otro ganado del que les pertenezca, y de que
gocen las burras garañoneras catalanas
de los mejores pastos. En documentos del s.XII,
como los Cartularios de los Monasterios de
Poblet y Santes Creus (Tarragona), se relacionan
compras o cesiones de garañones y burras
catalanas; y la Orden del Císter, que
fundó ambos monasterios, exigía
a sus monjes limosneros que montasen “mulas
catalanas de gran porte y docilidad”.
En esa época, en el protocolo de entrada
de los obispos en sus diócesis también
se exigía una mula como cabalgadura
del prelado (Romagosa, 1959).
La
cotización y cría de asnos y
mulas fue en aumento durante la Edad Media,
con el consiguiente decremento de la cría
caballar. Y para poner freno a esta tendencia,
los Reyes Católicos a partir de 1494,
publican diversas Reales Ordenes prohibiendo
la cría mulatera en España.
Anteriormente, en el año 1462, Enrique
IV de Castilla ya había prohibido el
uso de garañones sobre yeguas en los
reinos de Andalucía y en los pueblos
de Toledo hasta la izquierda del Tajo. Las
prohibiciones reales contra la cría
mular se fueron sucediendo (Felipe III 1598
a 1621; Carlos IV 1789, etc.), con multas
y destierros para los infractores, hasta que,
en 1834, por un Real Decreto del 17 de febrero
de dicho año, se levantan enteramente
las restricciones para los cruzamientos de
yeguas con asnos. Estas prohibiciones no fueron
exclusivas de España, Romagosa (1959)
nos cuenta que en la comarca del Poitou, en
la Francia de 1770, se ordenó la castración
total de todos los garañones y pollinos
menores de un año.
Pero
a pesar de las prohibiciones de la cría
mulatera la producción de asnos continuó,
y con ella las exportaciones. Aunque, en diferentes
épocas, también estuvo prohibida
la exportación de garañones,
en la creencia de que era contraproducente
para la ganadería nacional. La última
Real Orden de exportación se promulgó,
por el Ministerio de Hacienda durante el reinado
de Alfonso XIII, el 27 de julio de 1918, y
estuvo vigente hasta el año 1922.
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