Sin entrar en los orígenes ancestrales de los caballos en España, únicamente comentar que hasta finales del s.XVIII principios del XIX, la población equina ibérica estaba compuesta fundamentalmente por dos grandes poblaciones: la nórdica, de perfiles cóncavos y rectos, en el noroeste; y la africana, de perfiles subconvexos y convexos, en el sudeste. La agrupación nórdica dio lugar a las actuales razas Asturcona, Gallega, Pottoka, Losina, etc. La población africana constituyó la base de la antigua raza Andaluza, la extinta raza Catalana, el Menorquín, Mallorquín y Lusitano (Jordana y Parés, 1999; Parés et al., 2005). En cuanto a las razas pesadas o de tiro, la aportación genética foránea ha sido muy importante en los dos últimos siglos. Basta citar las referencias que sobre ellas hacen Gelabert (1951) y Sotillo y Serrano (1985), cuando señalan que España no poseía caballos de tiro hasta prácticamente el s.XIX, en el que, sobre la base de yeguas de silla del norte de España actuaron, principalmente, razas pesadas francesas.
Y el actual Caballo Pirenaico Catalán (CPC) tiene pues, precisamente, también ese origen. Sobre el antiguo substrato del Caballo Catalán –extinguido durante el primer tercio del s.XX; décadas de los 30 y 40– actuaron gran variedad de razas pesadas europeas, sobretodo francesas y belgas (Bretona, Ardenesa, Comtois,…), desde, y sobretodo, el primer tercio del s.XX. Conjuntamente, con las especiales características orográficas y ambientales de los Pirineos acabaron confiriendo, a este ganado mestizo, un sello particular y característico.
Del extinto Caballo Catalán, raza eumétrica de perfil subconvexo y filogenéticamente emparentada con el Mallorquín, Menorquín y Andaluz, existen documentos referenciados desde el s.XI –pinturas murales del ábside central de la iglesia de Pedret–; s.XII –frontal del altar de Sant Martí de Puigbò, pinturas murales del Palacio Real Mayor de Barcelona (Foto), paneles del techo del Palacio del Marqués de Llió, en Barcelona–; s.XIII –frontal del altar de Mosoll, en la Cerdanya–; s.XV –el conocidísimo Sant Jordi del retablo de Bernat Martorell, retablo de Sant Sebastià de Joan Mates–, etc. En relieves y grafitos medievales encontramos reflejados también caballos de marcado perfil convexo: grafitos de la iglesia de Sant Joan (Alta Ribagorça), relieves del monasterio de Sant Cugat del Vallès, etc. (Parés et al., 2005).
Más recientemente, la descripción morfológica más extensa y detallada que encontramos del Caballo Catalán es la realizada por Rossell i Vilà en 1928, que se ajustaba perfectamente a la encontrada en documentos de requisa militar del 1836. No obstante, existen otros documentos anteriores donde también se describe esta población caballar autóctona: Moyano, 1908; Turiera, 1913; Rossell i Vilà, 1916.
A finales de los años 30 el Caballo Catalán había prácticamente desaparecido, siendo substituido, por absorción, por ejemplares de características muy diferentes. Los principales centros de producción de estos mestizos se localizaban en la Cerdanya, Empordà, Osona y Urgell.
Dos fueron las circunstancias que probablemente fueron más relevantes en la desaparición de la raza; por una parte, la liberalización de la producción, el 1869, impulsando las importaciones de ejemplares de tiro del tipo Percherón, Ardenés y de Poitou; siendo sobretodo los ganaderos de la Catalunya septentrional los que más importaron. Por otra parte, la creación de los depósitos de sementales (1852 en Figueres y Puigcerdà, 1855 en Lleida, 1861 a Conanglell…). En 1904, el de Hospitalet de Llobregat tenía más de 130 sementales y 45 paradas oficiales. En 1911 se creó en Barcelona la Sociedad Nacional de Caballos de Tiro Ligero. En el primer tercio del s.XX se realizaron importaciones masivas de caballos de tiro foráneos, razas consideradas más apropiadas para el tiro ligero y los trabajos agrícolas. En esa época ya sólo quedaban caballos Catalanes cruzados –sobre todo en las comarcas de la Cerdanya, Alt y Baix Empordà y Pla d’Urgell–.
Existen datos históricos de que en el Pirineo catalán, y especialmente en la comarca de la Cerdanya, se criaban caballos desde el s.III a.C. Desde la Edad Media hasta principios de s.XX, los caballos y mulas de la Cerdanya eran muy apreciados en los mercados españoles, sobretodo en los de Valencia, Aragón y Castilla, donde iban a parar la mayor parte de los efectivos equinos necesarios para la tracción animal, el transporte y el ejército (Cabús, 1988). Pero es a partir del primer tercio de s.XX cuando acontece una importante mejora genética de la población equina de la comarca. En esos años, y sobretodo en la zona más oriental del territorio –donde no se conocía la vaca de leche–, la crianza de los caballos era vital para la economía de las casas de payés.
Así, mediante el cruce de las razas autóctonas –Caballo Catalán– con sementales, principalmente bretones, se fue llevando a cabo una mejora genética de las crías. La gran tradición equina, imperante en la comarca, hizo que durante mucho tiempo los ganaderos de la Cerdanya fueran aquéllos que poseían los más profundos conocimientos y la más extensa formación en cuanto a la cría del caballo. Esta arraigada tradición ha llegado hasta nuestros días, siendo todavía la Cerdanya la comarca de Catalunya donde ha perdurado con más arraigo esta cultura equina (Cabús, 1988).
Las ferias y concursos, de diferentes especies, empezaron a proliferar por esas fechas, y en referencia al ganado equino podemos mencionar: ferias de Puigcerdà (Cerdanya), Salàs de Pallars (Pallars Jussà), Organyà (Alt Urgell) o Verdú (Urgell); concursos de Puigcerdà, Figueres, La Bisbal, Tortosa y Lleida, como más importantes (Mancomunitat de Catalunya, 1922). Pero de todas ellas, y la que se ha mantenido en el tiempo; la más importante de los Pirineos y una de las primeras de España: la Feria de Puigcerdà.
Esta Feria data del año 1182, y fue una concesión real del rey Alfonso I, cuando con la repoblación de Puigcerdà, el monarca y sus sucesores se obligaron a proveer a la población de todos los privilegios jurídicos y económicos necesarios para favorecer su crecimiento demográfico. La feria acogía todo tipo de mercaderías, aunque a partir del s.XIX se orientó únicamente hacia el ganado y en la actualidad exclusivamente al ganado equino.
Estos caballos, de origen multirracial, pero de base ancestral autóctona en cuanto al Caballo Catalán, empiezan a ser denominados en la década de los 60 como Hispano-Bretones. Concretamente el término aparece el año 1966, para referirse a los sementales del depósito militar de Barcelona. La denominación tiene éxito, y así, a partir del año 1972 todos los sementales actuantes en paradas particulares y oficiales figuran reseñados como Hispano-Bretones (Torres et al., 1988; Parés et al., 2005).
Desde entonces se ha ido aplicando este nombre a todos los caballos pesados, siendo no obstante, una denominación del todo incorrecta, tanto por motivos zootécnicos como históricos, ya que la denominación hace referencia al cruce de un caballo Bretón con un caballo Español, y éste no es el caso. Ya en 1988 se expresaba en este sentido el Coronel Delegado de Cría Caballar de Lérida-Tarragona, Sr. Ramón Miláns del Bosch y Solano, en carta enviada el día 2 de marzo de 1988 a la Jefatura de Cría Caballar de la subsecretaría del Ministerio de Defensa, donde en su punto tercero cita textualmente: “No parece adecuada como denominación de la raza la de “Hispano-Bretona”, ya que puede llevar a la creencia de que se trata de una raza derivada del cruzamiento entre las dos que originan su nombre (Española y Bretona), siguiendo los mismos criterios mantenidos para definir las razas Anglo-árabe e Hispano-árabe”.
Sin embargo el nombre, por un motivo u otro, caló entre los ganaderos –aunque Cabús (1988) menciona la “mala denominación” de Hispano-Bretona según la opinión de los ganaderos de la Cerdanya; proponiendo con mucha más propiedad la denominación de “Caballo de los Pirineos” o de “Caballo Cerdà”–. Por eso, hoy día, aún es notorio encontrar esta terminología en el propio nombre de alguna de las asociaciones de ganaderos existentes de la raza.
Y hablando de asociaciones de ganaderos, comentar que existe un gran interés por el devenir de la raza, por su fomento y mejora, y por su explotación en las condiciones y condicionantes más óptimos, en el ámbito geográfico que desde siempre se ha venido criando, es decir desde el Ripollès más oriental hasta el Vall d’Aran más occidental, de los Pirineos catalanes. Desde que en 1986 se creó la “Associació de Criadors de Cavalls de la Cerdanya”, hasta la actualidad, todas las comarcas han ido formalizando su propia asociación: Associació Professional de Ramaders d'Equí d'Hispà-Bretó del Pallars Sobirà (1990); Associació Criadors i Propietaris de Cavalls Hispanobretons de l'Alt Urgell (2006); Associacion de Pagesi-Criadors deth Shivaus Cavall Pirinenc Català dera Val d'Aran (2007); Associació de Criadors d'Eugues de Muntanya del Ripollès (2007); Associació Professional d'Equí de Muntanya "Pirineus de Lleida" (2007; que agrupa las comarcas del Pallars Jussà y la Alta Ribagorça). Todas ellas se agruparon, a finales de 2007, en la federación de la raza: FECAPI (Federación de Criadores de Caballo Pirenaico Catalán), con sede en La Seu d’Urgell (Lleida).
Por último, sólo mencionar, que a raíz de la firma del convenio de colaboración que se estableció en 2004, entre el Departament d’Agricultura, Alimentació i Acció Rural de la Generalitat de Catalunya (DAR) y la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), para el estudio y promoción de la población equina autóctona de carne de los Pirineos, con el objetivo de iniciar un Programa de Conservación y Mejora de esta raza, se la denominó tentativa y provisionalmente, durante unos años, como Agrupación Hipermétrica Pirenaica (AHP) : Agrupación –por no estar reconocida como raza (homogeneidad no demostrada científicamente: Herrera, 2002)–, Hipermétrica –por tratarse de caballos pesados– y Pirenaica –por localizarse en estos parajes–, y así consta en alguno de los estudios realizados en la misma, quedando reflejado así mismo en el libro: “Catalans de Pèl i Ploma: Races Autòctones de Catalunya” (Parés et al., 2005).
Durante ese período (2004-2005) se inician las conversaciones para regularizar el sector y pautar así la uniformización de la población y sus productos, rechazando e impidiendo los cruces indiscriminados con otras razas, para tratar de mantener y potenciar la base autóctona de esta población. La búsqueda de una identidad perfectamente definida de los animales, en base al sustrato histórico y autóctono del antiguo Caballo Catalán, fue el objetivo primordial de los estudios llevados a cabo en esta agrupación equina, para conseguir disponer de una herramienta zootécnica –que llamamos "raza"–, que nos sirva para entendernos, y poder así diferenciar un conjunto de animales de otro. Así de sencillo y así de complicado.
El concepto "raza" no es únicamente una cuestión genética, y cada vez menos. Las razas, tal y como queda reflejado en las conclusiones de la Declaración de Interlaken (FAO, 2007), son conceptos culturales más que entidades físicas, y estos conceptos varían de un país a otro. Las razas domésticas son el resultado de la intervención del hombre, y estos recursos zoogenéticos –a diferencia de la biodiversidad silvestre–, requieren de una intervención humana permanente y activa: diferentes objetivos de selección, sistemas de producción, adaptación al medio, uniformidad de caracteres, características e intereses de comercialización, aspectos culturales y patrimonio genético, etc.
El día 13 de diciembre de 2007, en reunión mantenida en las dependencias del DAR (Generalitat de Catalunya), con representación de todas las Asociaciones, Administración y Universidad, se aprobó su estándar oficial y el cambio de nombre de esta agrupación racial (AHP), que a partir de ese momento pasó a denominarse: "Cavall Pirinenc Català" (CPC).
El 30 de abril de 2008 se publicó en el DOGC (Diario Oficial de la Generalitat de Catalunya) el estándar de la raza y la reglamentación de su Libro Genealógico (DOGC núm. 5122, de 30 de abril), siendo la FECAPI la entidad colaboradora que se encarga de la gestión del mismo.
A finales de 2008 se presentó el Informe Técnico del Caballo Pirenaico Catalán a la "Comisión de Coordinación del Programa Nacional de Conservación, Mejora y Fomento de las Razas Ganaderas" del MARM (Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino), para que el "Comité de Razas de Ganado de España" aprobara su inclusión, como raza autóctona en peligro de extinción, en el "Catálogo Oficial de Razas de Ganado de España". El día 5 de mayo de 2009 se defendió esta propuesta ante los miembros del Comité. En 2012, se publicó su reconocimiento oficial en el BOE (BOE Núm. 39, de 15 de febrero de 2012).
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